Jesús es el Mesías divino, que como Esposo se entrega por la Iglesia, para hacerla su Esposa santa e inmaculada. La alianza nueva y eterna, entre Dios y los hombres, es una alianza nupcial, entre el Hijo de Dios hecho hombre y la humanidad convertida por la gracia en Iglesia, Esposa y cuerpo de Cristo. Esa alianza, a la que se entra por el bautismo, se actualiza en el banquete nupcial de la Eucaristía, participación del eterno banquete de bodas del Cordero.
Juan el Bautista, que no es el Mesías, se define a sí mismo como ‘amigo del novio-esposo’, que viene a desposarse con su pueblo; a él lo anuncia y se alegra plenamente de que Jesús posea a su esposa la Iglesia (cf. Jn.3,27-30).
El Obispo hace presente a Cristo Esposo, y su ministerio está al servicio del desposorio virginal de la Iglesia con su Señor. Pero, a su vez, no es el esposo, sino el que lo sirve con amor, el amigo del novio, que se alegra de que se realice y viva el misterio nupcial del Esposo y la Esposa.
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