Comentario al introito del IV Domingo de Cuaresma

Del capítulo 66 del profeta Isaías procede el título a la Misa del cuarto Domingo de Cuaresma: Laetare. La antífona, compuesta en el quinto modo, el modus laetus, el modo alegra, expresa la alegría de la Iglesia, que ve aproximarse la salvación. Este domingo puede mitigarse el rigor penitencial; de hecho, los ornamentos pueden dejar de ser morados para utilizar el color violeta. Musicalmente, el introito gregoriano está lleno de movimiento y alegres modulaciones.

El introito del IV Domingo de Cuaresma un cierto paralelismo con el III Domingo de Adviento.

Son los penúltimos de la preparación (la Cuaresma de 5 Domingos, el Adviento de 4 Domingos).

Estos introitos son un anticipo y preparación al gozo de la fiesta misma. En el III Domingo de Adviento (buscar en su sitio) el texto de la carta a los Filipenses: Gaudete in Domino Semper, alégrense en el Señor siempre.

En este IV Domingo de Cuaresma tomado de las profecías del llamado trito Isaías: Laetare Ierusalem – alégrate Jerusalén – . Alégrense con Jerusalén y regocíjense con ella todos los que la aman.

La antífona, compuesta en el quinto modo, el modus laetus, el modo alegre, expresa la alegría de la Iglesia, que ve aproximarse la salvación. Este domingo puede mitigarse el rigor penitencial; de hecho, los ornamentos pueden dejar de ser morados para utilizar el color rosáceo. Este domingo se puede tocar el órgano solo, más allá de acompañar.

El texto de Is 66, apunta a la alegría del retorno del exilio. Es un cambio pascual, del exilio al retorno a Jerusalén. En el caso de este domingo: del llanto (tristitia) al consuelo: “salten de gozo todos los que por ella lloraban, pues se saciarán con la leche de sus pechos consoladores”.
La alegría se pone de modo provocativo en el centro de un tiempo penitencial. Por cierto más sentido por nuestros padres que vivían intensamente el ayuno cuaresmal, sin todas las distracciones televisivas, de redes sociales. Nuestra vivencia dispersa del tiempo no nos permite vivir con la misma plenitud los tiempos litúrgicos.

Se acumulan términos de alegría: laetare (alégrate), gaudete (gozáos), cum laetitia (con alegría), ut exultetis (para que exultéis) et satiemini (y os saciéis … de vuestra consolación). A ello sigue el v. del s.121: Laetatus sum (me alegré; qué alegría).
De entrada la melodía nos conduce de un laetare (alégrate), que alcance su máxima expresión en la culminación de Ierusalém (notar que la melodía gregoriana acentúa la última sílaba del nombre de la ciudad santa, según la tónica hebrea, dejando la latina que sería Ierúsalem). Se parte de un fa y se llega al do.

Las culminaciones de altura se dan en conventum facite (congregáos) en [en la traducción nuestra este llamado a formar asamblea, conventum, está expresado en alégrense con Jerusalén y regocíjense con ella; en el texto latino, primero se invita a Jerusalén y luego a reunirse, formar asamblea los que la aman] ut exultetis (= salten de gozo) et satiemini (para que, pues se saciarán). Aquí se alcanza al mi agudo.

Hay que notar que en el Gradual del mismo Domingo IV el texto de la antífona es el mismo S.121, 1. De acuerdo con la modalidad de proclamar los textos de la tradición litúrgica el v. del introito es muy simple. En cambio el mismo versículo en la antífona del Gradual – que es un canto de meditación – es muy ornado.
En el gradual, como versículo luego de la antífona se toma otro versículo del mismo salmo: haya paz dentro de tus muros y abundancia en tus palacios.

Quiero notar que para la Communio del IV Domingo en primer lugar se propone el Sal. 121, 3,4 [communio Ierusalem, quae aedificatur]. Comienza con una expresiva y casi pascual “Jerusalén”.

Notamos como hemos visto en otros domingos (p.e. en I Adviento y I Cuaresma) un salmo – aquí el 121 – que es retomado de modos diversos y con esquemas formulares distintas en el introito, gradual y comunión. [Es verdad que también se ofrece una antífona de comunión tomada del Evangelio, Jn.9: en boca del ciego curado]

El tractus [texto melismático que prepara al evangelio en lugar del Aleluia], está tomado del s.124. Está centrado en la confianza. Ahora bien es la confianza por estar en Jerusalén, monte Sión, el que habita en Jerusalén no será removido, en un apoyo perpetuo en Dios.

Se destaca el carácter eclesial de quien se alegra, de quien participa de la Pascua ya entrevista: el pueblo congregado, Jerusalén, quien en ella habita, a quien ella cobija, alimenta y consuela.

Más aún, nuestra fe en la Iglesia, no es sólo en cuanto una mediación segura [la doctrina, la eficacia de los sacramentos, la guía pastoral], sino que es en ella donde se vive a Dios que salva, es en quien y con quien se tiene la alegría de la comunidad de Dios. Es la alegre ciudad de Dios, que tiene el consuelo del Espíritu, la gloria de la cruz, al anticipo de la Jerusalén celestial, adonde ha entrado Cristo que subió a Jerusalén para padecer y así entrar en el santuario celeste, ciudad del Dios vivo.