Este Domingo es el anterior a la Semana Santa.
La Liturgia anterior a la reforma, con mucho sentido del ritmo del tiempo humano, llamaba a esta fecha Domingo de Pasión. Dentro de la Cuaresma comenzaba un tiempo más subrayado, llamado tiempo de Pasión, con sus sellos:
- Se cubrían las imágenes, incluso las cruces. De este modo, entrando a la iglesia ya se percibía la proximidad de la Pasión del Señor.
- Cambiaban los himnos del Oficio divino (comenzaban a cantarse los de la Semana Santa, en los que el símbolo central es la cruz). Nótese que aún hoy, a partir del lunes V se pueden cantar los himnos Vexilla regis, Pange lingua gloriosi proelium certaminis, en acetum (las banderas del rey, oh cruz fiel – dividido en dos partes).
Pero al ser optativos, comenzar el lunes, mezclarse entre múltiples opciones, ha dejado de ser una vivencia litúrgica eclesial y ha perdido toda su fuerza pedagógica ¡esto con la abstracta noción de simplificar!y de que el pueblo ¡participe!
El texto del Introito está tomado del Salmo 42, 1-2.
Mirando a la Pasión del Señor, el introito nos introduce en el Corazón de Jesús, porque el que ora en estos versículos es Jesucristo mismo.
Nuevamente notamos la realidad cristológica de la Liturgia y singularmente del propio de la Misa [muy diferente de los cánticos habituales, en versión pop o folk, que mayoritariamente cantan el yo siento, nosotros sentimos].
Aquí el sujeto de Jesucristo que suplica al Padre.
Se trata de un juicio y se pide la defensa de Dios en el juicio.
La Pasión es un gran juicio (en el que hay distintos juicios, de los sacerdotes, la autoridad romana, el pueblo, Herodes, los soldados, el Príncipe de este mundo / el Espíritu Santo, el Padre).
La pérdida del sentido de juicio, en referencia a la verdad y a la justicia, con condenación o salvación, vuelve la Pasión una saga emotiva, pero carente de realidad y fruto duradero (ver Jn 16,7-11).
En la proclamación del canto litúrgicos hay una acentuación en la palabra causa (nuevamente el lenguaje judicial, no son sólo sufrimientos, está en cuestión la causa de un juicio: la verdad del Padre defendida por Jesús – la condenación como impía de la salvación de Jesús).
Otra acentuación del canto está en eripe me, líbrame. Esta súplica está en el centro del texto. Tiene una fuerte expresión por la altura de las notas y por el melisma. Es un verdadero clamor y súplica.
El quia, porque, que sigue al eripe me, está subrayado en el canto, porque da la razón del acto de fe, que permite la súplica y la confianza: porque tú eres mi Dios y mi fortaleza.
El versículo después de la antífona (que se repite) toma el v.3 del salmo .
Se saltea la queja del v.2, para poner la súplica de la luz y verdad. Se abre al final salvifico: me conduzcan a tu monte santo, a tus Moradas, tabernáculos. Es la vida eterna, la comunión con el Padre, a la que conduce la pasión. Dios defiende la causa de Cristo, hace justicia y lo libra, guiándolo con su luz, que es la verdad.